Todo el mundo quiere cambiar la humanidad, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo (Lev Tolstói)
24 de febrero de 2011
20 de febrero de 2011
Santa Claus: Notas sobre una representación colectiva
"La  investigación histórica ha ido arrojando dudas crecientes sobre ese mito  popular que dice que es una creación de los colonos holandeses en New  Amsterdam. (...) De lo que hay evidencia, es de que Santa es la creación  auto-consciente de individuos comprometidos en crear una nueva cultura  americana. Eran hombres como John Pintard, responsable igualmente de  establecer el Nacimiento de Washington y el Cuatro de Julio como días de  fiesta nacional, y quen situó a San Nicolás en un lugar preeminente al  organizar la Sociedad histórica de New York; Washington Irwing, quien  asoció al santo con los colonos holandeses en su Knickerbocker's history  of New York (1809) creando un mundo sentimental mítico lleno de  campesinos y burgueses holandeses tipo Disney; Clement Moore... y Robert  W. Weir, profesor de dibujo en la Academia militar de West Point, quien  en 1837 pintó a Santa Claus en el momento de salir a través de la  chimenea. Como tal, Santa parece ser una pieza menor del gran esfuerzo  por fabricar mitos americanos en torno a la Guerra de la Independencia y  sus postrimerías y que acabó creando la carta magna ideológica para la  nación recién fundada" 
(...) el mito de Santa Claus en América es parte y parcela de un complejo ideológico mayor que rige las relaciones entre los adultos y los niños. Por un lado, los americanos crean un mundo especial para sus hijos, distinto del mundo de los adultos... Por otro lado, el mundo de la infancia es definido culturalmente como Edad Dorada.(...)
El mundo de los adultos en América se basa en realidades culturalmente inducidas de competición interpersonal (...) Por eso el descubrimiento de que Santa Claus no existe tiene un significado más profundo. Es el equivalente americano del pecado original en el que cayó Adán cuando tomó en su mano la manzana del árbol del conocimiento. Porque saber que Santa Claus es un fraude es saber que la infancia y la economía mágica de la infancia son sueños y que la verdadera realidad es la del mundo de los adultos, en el que los hombres se enfrentan unos a otros en una competencia que no tiene fin"
(...) el mito de Santa Claus en América es parte y parcela de un complejo ideológico mayor que rige las relaciones entre los adultos y los niños. Por un lado, los americanos crean un mundo especial para sus hijos, distinto del mundo de los adultos... Por otro lado, el mundo de la infancia es definido culturalmente como Edad Dorada.(...)
El mundo de los adultos en América se basa en realidades culturalmente inducidas de competición interpersonal (...) Por eso el descubrimiento de que Santa Claus no existe tiene un significado más profundo. Es el equivalente americano del pecado original en el que cayó Adán cuando tomó en su mano la manzana del árbol del conocimiento. Porque saber que Santa Claus es un fraude es saber que la infancia y la economía mágica de la infancia son sueños y que la verdadera realidad es la del mundo de los adultos, en el que los hombres se enfrentan unos a otros en una competencia que no tiene fin"
Eric R. Wolf
9 de febrero de 2011
La lluvia, no el político, limpiará el aire.
Seamos realistas: los ciudadanos que padecen alergia o asma y que estos días en Madrid y en Barcelona sufren molestias que se aguanten. O que recen. Que recen para que llueva. Porque hasta que eso ocurra la situación solo va a empeorar. El coche es intocable y ninguno de los alcaldes de las grandes urbes se van a enfrentar a él. Y menos a tres meses de las elecciones municipales.
En 9 febrero de 2006, hace exactamente cinco años, Madrid se encontraba sometido a un anticiclón que disparó la contaminación. Ese día, el Consistorio recomendó en su web que los ciudadanos no hicieran deporte al aire libre. Eran los tiempos en los que se alcanzaban niveles de alerta, cosa que ya no ocurre, entre otras cosas porque el Ayuntamiento movió las estaciones de medición de calles con tráfico a jardines.
El alcalde de Madrid, el popular Alberto Ruiz-Gallardón, compareció  entonces en rueda de prensa para dar respuesta a la preocupación por la  contaminación. Y lo hizo a lo grande: anunció un plan de 501,8 millones  de euros para limitar el acceso al centro de los coches más sucios.  Claro que entraría en vigor en 2008, después de las municipales de 2007.  "Es un buen plan, y por eso creemos que, gobierne quien gobierne a  partir de 2007, seguirá aplicándolo. Pero es que, además de bueno, es  obligatorio. Tenemos que tomar medidas ya para cumplir en 2010 la  normativa europea de calidad del aire", declaró Gallardón.
Del plan de red de carriles-bici y de la restricción de tráfico nunca  más se supo hasta que, en noviembre pasado, Gallardón anunció que  cortará el tráfico en el centro... pero de nuevo después de las  elecciones municipales de mayo.
El Ayuntamiento de Madrid considera que en una época de crisis limitar  el acceso a Madrid del millón de personas que se desplazan diariamente  con sus vehículos a la capital dañaría la ciudad y a sus comerciantes.  Hace cinco años la economía galopaba.
No es un caso único. El Ayuntamiento de Barcelona, con un alcalde  socialista, anunció ayer que no limitará el tráfico. La concejal de  medio ambiente, Imma Mayol (ICV), descartó la posibilidad de restringir  el acceso de vehículos. Es cierto que el nivel de contaminación que  Barcelona sufre estos días sigue lejos del de Madrid.
El tripartito catalán sí aplicó una medida controvertida: limitar a 80  kilómetros por hora el tráfico en los accesos a Barcelona para luchar  contra la contaminación. La decisión le supuso un desgaste y fue  utilizada por el convergente Artur Mas en su campaña hacia la  Generalitat. La limitación solo sobrevivirá unos días: en cuanto llueva,  cosa que ocurrirá previsiblemente el fin de semana, se suprimirá por un  límite variable. "Aunque insuficiente, la limitación de velocidad ha  sido eficaz. Dudo que otras iniciativas obtengan los mismos resultados",  razonó José María Baldasano, catedrático de la Universidad Politécnica  de Cataluña.
Antonio Serrano, catedrático de Ordenación del Territorio y numero dos  del Ministerio de Medio Ambiente con Cristina Narbona, recuerda  innumerables charlas sobre el tema: "He hablado con 40.000 alcaldes a  los que les pedíamos que limitaran el tráfico. La mayoría decía que  sabían que había que hacerlo, pero que mejor después de las elecciones.  Lamentablemente es así".
El catedrático de Ciencia Política de la  Universidad de Málaga Ángel Valencia Sáiz no cree que esta política de  mirar al cielo para defender la salud pública, cueste votos. Al  contrario. "Los conductores españoles no están dispuestos a dejar el  coche en casa. Si la contaminación cuesta votos, cerrar el tráfico  costaría más". Valencia es coautor del estudio Ciudadanía y conciencia medioambiental en España,  publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas en noviembre  pasado. Allí muestra que solo el 10% de los españoles se muestra  dispuesto a "usar menos el automóvil por cuestiones ambientales", frente  al 17% de media de la UE y el 25% de Francia, por ejemplo.
Durante  la primera semana de anticiclón, el alcalde de Madrid y su concejal de  Medio Ambiente, Ana Botella, restaron importancia a la persistente  contaminación. Así, la prensa ilustraba sus declaraciones de que todo  era una campaña del Gobierno contra ellos con espectaculares imágenes  del skyline de la ciudad bajo una boina negra.
Finalmente,  el lunes el Ayuntamiento pidió a los conductores que al día siguiente  cambiasen el coche por el transporte público. Fue un fracaso: en la M-30  (la autovía urbana que circunvala Madrid y cuyo soterramiento ha  costado 6.000 millones) el tráfico cayó ayer un absurdo 0,23% respecto  al día anterior. Gallardón insistió ayer en que la recomendación a la  población era producto de su concienciación, porque ni se había  alcanzado el nivel de aviso y que lo hizo para evitar tener que tomar  "medidas más drásticas".
El protocolo establecido por el mismo Ayuntamiento hace casi  imposible que se alcancen los niveles de alerta. Para ello se deben  superar 400 microgramos de NO2 -un gas irritante producto del tráfico-  en todas las estaciones de una misma zona (de las seis en las que está  dividida la capital) durante tres horas. Por ejemplo, hay una estación  en la Casa de Campo que salvo catástrofe no alcanzará esa contaminación,  lo que impide que todo un barrio pueda sufrir un nivel de alerta.
Gallardón pidió al Gobierno que reforme la fiscalidad del automóvil para penalizar a los coches diésel, los más vendidos y más contaminantes.  En 2007, una amplia mayoría del Congreso acordó reformar el impuesto de  circulación para que los Ayuntamientos pudieran gravar los coches en  función de la contaminación (actualmente se gravan según los  indescifrables caballos fiscales). El Ministerio de Medio Ambiente y la  Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) han pedido a  Hacienda que cambie le ley. Sin éxito. Los responsables económicos del  Gobierno no han tenido el medio ambiente como prioridad los últimos  años.
La ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar, convocó ayer  por la tarde al presidente de la FEMP a una reunión urgente para  afrontar la contaminación y abordar "todas las medidas posibles", lo que  incluye el cambio fiscal. La cita será el jueves. El Gobierno también  enterró la Ley de Movilidad Sostenible, que debía obligar a las empresas  a disponer de un sistema de transporte colectivo.
Bajo el cielo  negro, Gallardón hizo gala de ecologismo. "Tengo el honor de ser el  único alcalde de España cuyo coche oficial es un vehículo híbrido  enchufado", remató en un acto sobre los vehículos eléctricos.
Ecologistas en Acción, la ONG que más audita la contaminación en  España, consideró que el discurso de Gallardón es insostenible: "Se da  la paradoja de que en Madrid ya hay estaciones que han superado el valor  límite horario legal para todo un año [...] mientras que ni siquiera se  alcanza el nivel de aviso municipal".
En septiembre de 2006, el obispo de Murcia retomó la tradición centenaria de las rogativas pro pluvia,  rezos multitudinarios para pedir al cielo que acabase con las sequías.  Es el recurso que les queda a ecologistas, neumólogos, epidemiólogos y  ciudadanos preocupados por el cielo que cubre sus cabezas.
Rafael Méndez. El País, 09/02/2011
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